A tres años de dejar el hockey, la mejor jugadora de la argentina confiesa que pasó tiempos muy duros intentando darle un nuevo sentido a su vida fuera del deporte.  

 

Los duelos son momentos difíciles de la vida pero hay que atravesarlos. "Quien sabe de dolor, todo lo sabe" decía Dante Alighieri, y Luciana Aymar -la jugadora de hockey más importante que tuvo la Argentina- coincide plenamente con el poeta italiano.

"No cambiaría nada. Amé jugar al hockey. Fui una obsesiva, con una exigencia enorme. Estoy orgullosa de lo que hice", señaló.
Y habló del lado B de su profesión: "Tuve costos grandísimos, sí. Pasé por una etapa muy dura, estuve triste, angustiada, depresiva, no tengo vergüenza en contarlo, pero lo estoy superando gracias al psicoanálisis".

Luego dijo que gracias a parar, pudo abrirse más a disfrutar la vida y conocerse a ella misma. "Me conocí más en año y medio que en 20 años de carrera. Estoy descubriendo otra etapa de mi vida. Soy la Luciana que disfruta de su familia y de su pareja, que conoce más su cuerpo y sigue investigando qué otras cosas la apasionan", aseguró en una entrevista con La Nación.
"Así como me obligué a dejar de jugar, fue una enseñanza muy grande, porque aprendí a tener más empatía, a disfrutar pequeños momentos, a compartir con mi familia, a tener más conexión, más diálogo. A tener una relación, con la que me siento bien, contenida. Tengo un compañero al lado. Sigo aprendiendo. Cuando empiezo a mirar fríamente, desde otro lugar... ¡Qué obsesión que tenía! ¡Era una extraterrestre!", confesó.
Aymar se refiere al tenista chileno Fernando González, con quien sale hace más de un año.