El Sahel es, básicamente, un cóctel de problemas. No en vano lo llaman el "cinturón del hambre" africano.

 

 

Conflictos, pobreza, delincuencia organizada y terrorismo conviven en esta franja de 5.000 km que atraviesa el continente africano, desde el Océano Atlántico, en el oeste, al Mar Rojo, en el este, y sirve de transición entre el desierto del Sáhara y la sabana africana.

A todos estos problemas estructurales de la región se ha sumado uno en los últimos años que ha alborotado aún más el avispero del Sahel: Libia.

Con todo esto tan cerca de su frontera sur, no es de extrañar que Europa haya traducido sus preocupaciones en la cada vez más importante militarización de la zona.

Los esfuerzos se centran en evitar que la zona, y prioritariamente Mali, se convierta en un santuario terrorista. Pero la estrategia, debida además a la gran extensión de terreno y su complicada geografía, es ingente.

 

Una región en crisis

 

Así es como la define el coronel Ignacio Fuente Cobo, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), dependiente del Ministerio de Defensa.

Los factores que contribuyen a esta crisis son varios. En primer lugar, explica Fuente Cobo, hay una crisis política: se trata de "Estados muy débiles que surgieron de procesos coloniales, cuyas fronteras no coinciden con la naturaleza de poblaciones que se asientan dentro de esos estados".

Son Estados muy diversos, apunta Eduard Soler, analista del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) —un think tank con sede en Barcelona y especializado en asuntos internacionales— en los que "no siempre el poder ha sido representativo del conjunto, hay comunidades que se sienten marginadas de la estructura del poder".

Y luego están las poblaciones que se mueven a caballo de los diversos estados, como por ejemplo, los tuareg, que rechazan la existencia de fronteras entre los mismos.

Muchos de estos Estados tienen conflictos internos, como Mali, y la situación se agrava por el terrorismo internacional y el crimen organizado, ya que en la zona convergen rutas de tráfico ilegal de todo tipo, desde drogas a personas y armas, camufladas entre fronteras porosas y áreas en las que la presencia estatal es inexistente.

Además, un factor socioeconómico contribuye con el deterioro: se trata, en la mayoría de los casos, de Estados con una renta per cápita muy baja y un crecimiento demográfico explosivo. "Es una especie de bomba demográfica", dice el coronel Fuente Cobo.

Eso implica que hay un enorme número de jóvenes sin perspectivas económicas y, por tanto, "presas fáciles" de los grupos criminales y extremistas que operan en la zona, explica, por su parte, Soler.

Por si todo esto fuera poco, el cambio climático está afectando dramáticamente a la región, y áreas que antes eran fértiles, como el área del lago Chad, ahora se están desertificando.